Cronicas del Volcan Masaya
Introduccion
Cuando los conquistadores españoles entraron por vez primera bata- llando por las provincias chorotegas de Masaya y Nindirí, el volcán estaba en plena actividad. Un lago de lava ardía en el fondo del amplio cráter y los caciques de los pueblos vecinos consideraron aquella manifestación como señal del disgusto de la diosa hechicera a la que solían consultar con fre- cuencia dentro de la oquedad. En esa ocasión, según la versión de los indios, la pitonisa suspendió sus pronósticos hasta tanto los indígenas no expulsasen a los invasores.
Por su parte los españoles consideraron la actividad ígnea del volcán como prueba de que el cráter era "la Boca del Infierno", nombre con que originalmente bautizaron al volcán. El fraile mercedario Francisco de Bobadilla subió hasta la cumbre, donde plantó una cruz para exorcizar al diablo. Otros pensaban que el material que brillaba en el fondo era azufre o metal derre- tido, incluyendo oro, idea esta última que tentó al dominico Blas del Castillo para organizar un atrevido descendimiento hasta el fondo en busca del codi- ciado metal.
El enigma del cráter no podía pasar inadvertido para el acucioso Cronista de las Indias, Gonzalo Fernández de Oviedo, quien antes de abandonar Nicaragua decidió escalar el volcán y echar una mirada hacia el gigantesco y misterioso báratro que se abría en la cumbre. Para ello se hizo guiar por el cacique de Nindirí, quien le refirió la supersticiones de los indios en relación con el volcán.
Asombrado por el fenómeno que contempló allá abajo, y admirado ante la osadía del dominico, quien nueve años después de su visita se hizo bajar con cuerdas hasta donde brillaba la materia incandescente, Oviedo dedicó varios capítulos del libro XLII para referir sus impresiones sobre el volcán y relátar la audaz exploración del fraile al fondo del cráter.
El tema del volcán Masaya y los intentos de buscar oro en su interior interesaron a varios cronistas que visitaron Nicaragua en el siglo XVII, u oyeron hablar de él, cuyas versiones y opiniones se presentan más adelante; pero ninguno de ellos les dedicó tantas páginas y pensamientos como lo hizo Oviedo. Su descripción y dibujo son, en efecto, los primeros testimo- nios que se tuvieron sobre un volcán en actividad en el Nuevo Mundo, el cual resultó también ser el único del continente, y uno de los pocos en el mundo, que presenta lagos de lava en el fondo de manera recurrente y por largos períodos.
Jaime Incer, Cronicas de Viajeros Nicaragua Vol. I, 1990